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Una noche especial

          Un comedor perfectamente arreglado, la mesa cubierta con un suave mantel azul, a juego con la decoración del ambiente. Pequeñas velas de aroma —azules también— yacían encendidas aún encima de la mesa, la llama apunto de extinguirse, la cera chorreando de a poco el mantel, como el recuerdo de la velada alegre que nunca había sido.

          Él recorrió por octava vez el pequeño espacio de la habitación, una que antes había sido de dos, y que a partir de ahora sólo sería suya. Recordó los pequeños instantes de felicidad allí vividos, y en vano hizo el intento de contener las lágrimas. Se sentía herido, traicionado, pero por sobretodo se veía a sí mismo como un idiota, incapaz de ver más allá de lo que está frente a él. Maldijo mil veces el día en que ella se cruzó en su camino, y entre blasfemia y blasfemia finalmente cayó dormido, víctima del cansancio.

          Ella no sabía dónde se encontraba, ni quería averiguarlo. Sólo era consciente de estar sentada en un banco y del llanto que no paraba, en forma de sollozos imposibles de callar. Rememoró, aunque doliera, la escena de esa noche al llegar a casa, donde no quería nada más que llegar al apartamento con el hombre que amaba, comer y dormir en sus brazos, como consuelo por el difícil día de trabajo, pero no encontró nada de lo que esperaba. Encontró la sala-comedor especialmente decorada, y detalló cada pequeña cosa que él había preparado para ella. Él le ayudo a quitarse la chaqueta, y ella susurró un “gracias”, como parte de la costumbre entre ambos. Se instalaron en el sofá antes de comer, para relajarse y conversar.

          —¿Qué tal la reunión, flaca? ¿Muy pesada la tipa? —preguntó él, curioso por saber de la nueva socia de su novia.

          —Bueno, él… —dudó por un momento antes de corregir— digo, ella, no es tan pesada, creo que nos irá bien.

          Ella sabía bien que si le decía que su nuevo socio era hombre, su novio estallaría en celos, como de costumbre, y una pelea empezaría, por lo que trató de evitar el conflicto con una mentira que él había captado y que de inmediato alimentó sus sospechas. Si no hubiera sido por aquella palabra, no habría ocurrido tal confusión. Si ella hubiese sido sincera, él tal vez habría tomado las cosas con calma, pero esa simple mentira hizo que su mente corriera a mil, imaginando adulterios inexistentes y salidas clandestinas. Hubo discusiones, lágrimas, gritos e incluso amenazas, hasta que ella decidió salir de aquel lugar, sintiéndose estúpida y herida, prometiéndose a sí misma no volver a pisar ese lugar. Otra lágrima bajó por su mejilla mientras el frío de la noche la hacía estremecer de nuevo. 




Bueno, aquí estuvo, mi final de Castellano II. Se valen opiniones, esto de la narrativa me gusta. Mis tramas son todo amor y dolor, así que acostúmbrense... XD

No, mentira. Cuando se me ocurra algo más trataré de variar el tema. Comenten, comenten, comenten: Por favooooor *cara de gatito* =3

¡Que vivan las vacaciones!
Mariela :)

1 comentarios:

Rosi dijo...

¡Me gustó! Creo que su pauta fue un poco más difícil que la nuestra, sin embargo tú lograste hacerlo bien. Me encanta, deberías narrar más a menudo.

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