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Otra historia

-¿Mucho rato esperando? -fue lo primero que se me ocurrió preguntarle, como buscando la manera de añadirle humor a su semblante.

-¡Nooo! -dijo con un tonito sarcástico y una sonrisa en los labios. Una sonrisa por conveniencia, por buenos modales, de esas que nadie se cree, porque no llega a los ojos. Estos ojos estaban secos, tristes y resignados de alguna manera. Yo lo sabía, fue lo primero que noté, pero no comenté nada al respecto. Sólo dejé que hablara, que me contara lo que pasaba, al fin y al cabo, estaba consciente de que eso sería algo así como una despedida.

-¿Cuándo te vas? -inquirí. Sin rodeos, sin anestesia. Un duro golpe de realidad directo a la cara. Un vacío me encogió el estómago y me pregunté si no habría sido muy dura, mientras jugaba con mi cartera en las manos.

-Jueves en la noche o viernes temprano. Esta noche preparo mis maletas -respondió con una voz casi mecánica, como quién ya ha dado la misma respuesta varias veces. A partir de allí, sus barreras fueron cayendo cada vez más, mientras entre tema y tema de conversación, se le escapaba su nombre asociado a algún recuerdo lindo. Yo sonreía, aunque luego recordara la situación por la que él estaba pasando.

-Dile que quieres conocer a Bruno, para que te lo baje uno de estos días -me dijo refiriéndose al oso de peluche que le regaló en una ocasión especial. Una que otra lágrima se permitía entre diferentes anécdotas, de un tiempo alegre, y pasado. Traté un sinfín de veces de desviar el tema, de hacerlo sonreír, pero inevitablemente volvíamos al punto de partida, ella.

-Ella te quiere, yo lo sé, la conozco. Sólo... no es el momento -le ofrecí a modo de consuelo, pues tampoco estaba muy segura de eso. Ella era una de mis más grandes amigas, y para ser fiel a la verdad, ella no estaba ni la mitad de mal que él. Pero yo no podía decírselo, no ahora.

-Deberías hablar con ella, decirle que te vas -insistí, aunque ya supiera su respuesta.

-No puedo, si la veo yo... -su garganta se cerró y la voz se le fue de momento- si la veo, no voy a poder irme.

-Me siento como la peor amiga del mundo -confesé-. Debería decírselo yo misma.

-No le digas nada, por favor. No quiero que lo sepa, dile después de que me vaya... Vamos a desembarcar en Bahía Blanca -soltó de repente y no entendí a qué se refería, por lo que tuve que preguntarle qué tenía de especial el lugar.

-Ahí va gente de todo el mundo a casarse ¿Y, sabes? Una vez dijimos que nos casaríamos ahi.

Bueno, esta clase de cosas no le pasan a todo el mundo, sólo a los más afortunados... y a los más tontos. Pensé cuando estuvimos apunto de despedirnos.

-Cuídate mucho -le dije, abrazándolo. Me correspondió el abrazo, se despidió de mi y cruzó la calle. 

Yo dí la vuelta, y desde entonces, algo me decía que no lo volvería a ver... Justo ahora debe estar lejos, pensando en ella... Y si me preguntan por ella, pues... Ni enterada está.

De todo y de nada en especial

Hoy, de nuevo me senté frente a mi amiga Lenovo sin saber qué escribir. En el mundo siguen pasando cosas: un mundial en Sudáfrica, un nuevo presidente en Colombia, otro mundial aquí mismo, comida vencida, Bola Pepsi, pasividad, MALDITO BP, América clasificó casi en su totalidad a los octavos de final (RIP Honduras), crisis económica, ahora sí sé que pasa en Grecia, sé quién es Jacinto Convit, y no sé un sinfín de cosas que pasan frente a mis narices. Tampoco sé cuántos hijos ha tenido la vecina de enfrente, ni mucho menos si Fulana engañó a Sutanito con una mujer. Como diría Cielo Latini en Abzurdah: "I couldn't care less"... Hoy me vestí con un short manchado y una camisa medio-rota (sí, estar en casa se siente divino), miles de cosas están pasando a mi alrededor, pero sencillamente parece que no tengo nada decente qué decir. Tal vez finalmente está pasando lo que me temí... Esperemos que no, no puedo ser tan pesimista.

Creo (o trato de justificarme con) que estoy pasando por una fase de "conocimiento a priori" brutal. La novela que viven las personas cercanas a mi (personaS, en un gigantesco y extensivo plural) puede que esté afectando mi propia realidad, es cómo tienes tanto con qué trabajar que nada parece lo suficientemente bueno, o algo así. No sé... O tal vez sólo sea otra crisis existencial.

Ya, me harté... Parece que en mi casa nadie entiende que no puedo dejar un escrito a la mitad, que todo sale de una vez, o no sale. No jodan. Me voy a comer. Ya me cortaron la insignificante idea que podía estar formándose en algún sitio de mi mente a velocidad de caracol enyesado.

Mariela

PD: Les debo un post acerca de la circunsición en animales artróprodos después del primer trimestre de gestación. No pregunten.

Carta a un caballero

Me pregunto qué diría usted, señor,
a las inquietudes mundanas de esta servidora.
Qué respondería ahora en un acalorado debate,
o simplemente que pensaría de los artilugios que no suelto.
¿Distinguiría tal vez la cadencia distinta que tiene mi hablar?
¿O seguiría tan auto-absorbido como de costumbre?
Un año suele bastar para hacer cambiar hasta al más aferrado,
ni hablemos de los camaleones como nosotros.

Entonces yo no sabré que espera usted de mí al llegar,
más le advierto, que no seré lo que espera encontrar,
ni aquello que la última vez dejó.
A veces no se quién soy,
a veces me pierdo en el mismo sitio,
y aunque quisiera no tener que admitirlo,
se le extraña, caballero.

Más he de lamentar,
en unas líneas que no leerá
tener que decirlo,
pero para quien no doblegará el orgullo
no existe alternativa más que la catarsis.

Hasta la próxima visita, pues, caballero de mis desdichas
siéntase complacido con la corta confesión,
y aunque tardía, la felicitación
llegue directo a su alma,
a su conciencia,
y de su experiencia 
sepa sacar la lección que necesita.

Hasta la próxima lágrima.

Una noche especial

          Un comedor perfectamente arreglado, la mesa cubierta con un suave mantel azul, a juego con la decoración del ambiente. Pequeñas velas de aroma —azules también— yacían encendidas aún encima de la mesa, la llama apunto de extinguirse, la cera chorreando de a poco el mantel, como el recuerdo de la velada alegre que nunca había sido.

          Él recorrió por octava vez el pequeño espacio de la habitación, una que antes había sido de dos, y que a partir de ahora sólo sería suya. Recordó los pequeños instantes de felicidad allí vividos, y en vano hizo el intento de contener las lágrimas. Se sentía herido, traicionado, pero por sobretodo se veía a sí mismo como un idiota, incapaz de ver más allá de lo que está frente a él. Maldijo mil veces el día en que ella se cruzó en su camino, y entre blasfemia y blasfemia finalmente cayó dormido, víctima del cansancio.

          Ella no sabía dónde se encontraba, ni quería averiguarlo. Sólo era consciente de estar sentada en un banco y del llanto que no paraba, en forma de sollozos imposibles de callar. Rememoró, aunque doliera, la escena de esa noche al llegar a casa, donde no quería nada más que llegar al apartamento con el hombre que amaba, comer y dormir en sus brazos, como consuelo por el difícil día de trabajo, pero no encontró nada de lo que esperaba. Encontró la sala-comedor especialmente decorada, y detalló cada pequeña cosa que él había preparado para ella. Él le ayudo a quitarse la chaqueta, y ella susurró un “gracias”, como parte de la costumbre entre ambos. Se instalaron en el sofá antes de comer, para relajarse y conversar.

          —¿Qué tal la reunión, flaca? ¿Muy pesada la tipa? —preguntó él, curioso por saber de la nueva socia de su novia.

          —Bueno, él… —dudó por un momento antes de corregir— digo, ella, no es tan pesada, creo que nos irá bien.

          Ella sabía bien que si le decía que su nuevo socio era hombre, su novio estallaría en celos, como de costumbre, y una pelea empezaría, por lo que trató de evitar el conflicto con una mentira que él había captado y que de inmediato alimentó sus sospechas. Si no hubiera sido por aquella palabra, no habría ocurrido tal confusión. Si ella hubiese sido sincera, él tal vez habría tomado las cosas con calma, pero esa simple mentira hizo que su mente corriera a mil, imaginando adulterios inexistentes y salidas clandestinas. Hubo discusiones, lágrimas, gritos e incluso amenazas, hasta que ella decidió salir de aquel lugar, sintiéndose estúpida y herida, prometiéndose a sí misma no volver a pisar ese lugar. Otra lágrima bajó por su mejilla mientras el frío de la noche la hacía estremecer de nuevo. 

No lo leas, es en serio...

En una de esas conversaciones al azar y sin demasiado sentido, algún amigo que no recuerdo quién fue, me contó de una de esas ideas locas y graciosas que todo el mundo tiene de vez en cuando. Umm, ahora que lo recuerdo, creo que me lo han contado varias personas y todas querrían poder ponerla en práctica, es la simple idea de poder teletransportarte de un sitio a otro. Ya sé, todo el mundo se fue al capítulo de The Big Bang Theory donde Sheldon teoriza sobre la teletransportación. También me gustó ese capítulo, pero no es de eso que voy a hablar en este post. También sé que soy la única desocupada que se pone a pensar en serio en cosas que no sabemos si algún día puedan lograrse, pero en fin, creo que es parte de la intensidad que me caracteriza.

El asunto de todo es que me pregunté cómo sería si de verdad pudiéramos teletransportarnos de un sitio a otro. Por un lado lo encontré muy cómodo para mi rutina: nada de colas, ni las acostumbradas 3 horas de viaje diarias, ni metro abarrotado de gente, ni pies cansados al final del día. Todo lindo hasta acá... Pero luego me dí cuenta de que eso de llegar al lugar que quiero de inmediato eliminaría toda posibilidad de perderme y acabaría poco a poco con todo lo que soy. Dejaría de ser la persona que soy, perdería mis gustos propios, dejaría de criticar lo que veo, cedería el control de mi mente y dejaría que otros pensaran por mí. Si pudiera teletransportarme, dejaría de ver lo que veo cada día: dejaría de ver a la gente y sus problemas desde una ventana de autobús, dejaría de observar la conducta de quiénes me rodean y perdería el instinto de supervivencia, dejaría de sonreirle a los amaneceres y a los cielos claros, dejaría de huir de la lluvia de vez en cuando, dejaría de mirar las montañas, las nubes, las aves, los edificios. Dejaría de importarme lo que hay más allá de lo poco que conozco y mis sueños se evaporarían poco a poco, hasta que ya no quedara deseo alguno de conocer aquello que no he podido, porque ya tendría todo lo que necesito. Si pudiera llegar a donde quisiera, ya no querría llegar a ninguna parte, sólo por el hecho de que ya puedo. Cuanto más fuerte tenga que luchar por algo, más soñaré con conseguirlo y más duro trabajaré por ello... Y si ya puedo tenerlo ¿Para qué esforzarme en alcanzarlo? 

Pues bien, la teletransportación no haría más que simplificar mi vida a tal punto que no querría hacer nada y que dejaría de apreciar lo que tengo a mi alrededor. Así que déjenme, con mi cansancio vespertino y mi quejadera permanente, porque es ese caminar, el transitar solitario, el enfrentarme con la calle a diario es lo que me sensibiliza, me mantiene alerta y me ayuda a ver las cosas pequeñas, lo que me hace sonreír con un rayito de sol y que me hace querer capturar una sonrisa solitaria en una fotografía. Si ya no recorriera, no podría perderme y volver a encontrar el camino correcto, ni siquiera podría explorar más allá de mis propios límites. Así que pueden encontrar la manera, pero nunca nada suplantará la esencia de algo tan relajante como caminar, y seré quizás la anticuada de los próximos años, pero nunca accederé a dejar de ser quien soy, nunca dejaré de moverme a una velocidad en la que todavía pueda mirar alrededor, simplemente no dejaré de ser... ¡Nunca!

Buh-bye!
Mariela :)

LOS PEORES CONSEJOS

Mis títulos siempre suelen decir de lo que van mis entradas exactamente, soy muy predecible ¿No?

Lo que me provocó escribir esta vez es el TOP 5 DE LOS PEORES CONSEJOS que alguna vez me hayan dado, que yo misma haya dicho (soy malísima dando consejos, en serio) o que haya escuchado por ahí, pero que se caracterizan por algo en especial: Me caen en el hígado, me parecen imprácticos, rebuscados, estúpidos o simplemente INÚTILES. Empecémosle, pues :)

5) "Ignóralo": HAHAHAHAHAHAHAHA XD. ¿Me explico? ¿No? Bueno: HAHAHAHAHAHAHAHAHA... Ok, basta, en realidad me parece uno de esos consejos tan típicamente femeninos que rayan en el cliché y que son la causa de los suspiros por los rincones. Tampoco es andar de stalker, eso nunca, pero coye, estamos en el siglo XXI (frase trillada, ya lo sé), las cosas no funcionan como antes, mostrar un mínimo interés no tiene nada de malo, pero no voy a teorizar con esto, sólo quería recalcar lo ESTÚPIDO que me parece ese consejo, sencillamente porque el sexo masculino no capta indirectas taaaan sutiles como esas.

4) "Sonríe, así te provoque llorar": creo que esto salió de algún correo que leí por ahí. Bueno, sinceramente patético. No todo el tiempo tengo ganas de sonreír, hay días en los que me provoca llorar, hay otros en los que no estoy de humor para hablar con nadie ni para oír estupideces, con ganas de golpear a alguien, de salir corriendo, de cantar, de gritar, de bailar a mitad de la autopista, en fin, lo que sea. Entonces ¿Por qué tengo que hacer como que nada me pasa? ¿Tengo que irrespetarme a mí misma de esa forma sólo para hacer creer al resto del mundo que estoy bien así no lo esté? No gracias, yo paso. Tampoco es que voy a andar llorando y contándole mis problemas a todo el mundo, pero si no estoy de humor, no lo estoy, punto.

3) "Házme caso, yo sé por qué te lo digo": este consejo es variable. No me molestará en absoluto que alguien me lo diga en son de buena crítica y si en verdad yo se que esa persona es sincera y quiere evitar que me caiga por un barranco. Pero no puede ser siempre... Todos tenemos derecho a cometer nuestros propios errores y cumplir la cuota mínima de estrellones, así que no me gusta que me digan esto.

2) "Tienes que ser menos amiga y más madre": sí, esto se lo dijeron a mi mamá una vez, y fue: WTF? Me parece un error de pies a cabeza. Yo crecí con mi mamá como amiga, hermana, mamá, compañera de trabajo e inclusive papá, y es una de las mejores formas de convivir con muchas menos tensiones y más armonía en casa.

1) "Quédate quiet@. Todo pasa por una razón": me parece el más horrible de todos los consejos que alguien pudiese darte. ¡Es asqueroso! Obviamente, todo pasa por una razón, pero yo no creo en las casualidades ni en los hechos fortuitos, no soy de las que piensan que todo se arreglará mágicamente y que el "destino" te sonreirá un día de estos... ¿Y mientras tanto qué? ¿Me enrollo en mi cobija y veo televisión? Si el "destino" es tan brutal y todo el cuento, entonces ¿Para qué esforzarse? Si todo lo que haga no importará porque el "destino" es el que se va a encargar de mi vida, entonces puedo no hacer nada conmigo y dejar que el destino haga de mí lo que quiera. Y no puedo. No puedo simplemente quedarme quieta cuando algo está en mis manos, cuando puedo corregir lo que quiero o enmendar mis errores, no puedo dejar mi vida en manos de un destino que NO EXISTE, simplemente porque el destino es una porquería que te quieren hacer creer para que te sientas mejor, para que creas que la suerte todavía te da posibilidades de lograr lo que no logras por méritos propios.