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L’esprit de l’escalier



          Imagina que estás discutiendo con alguien. No, no sólo "alguien", con una persona que se haya ganado tu más absoluto y rotundo desprecio. Alguien con una retórica e ingenio bien agudos, nada fácil de hacer callar en un debate. Lanza un argumento, tú respondes con otro, y así hasta que la tensión traspasa el simple tema de conversación. Llega un punto en el que tu adversario deja colar un leve, pero efectivo insulto cargado de sarcasmo, como un dardo venenoso, certero y directo a tu torrente sanguíneo. Tu ira crece, quieres liberarla, piensas en responder, pero nada pasa. Te quedas en blanco, mascullas cualquier respuesta y procuras salir de allí lo más pronto posible.

          Sales del sitio de la discusión, empiezas a bajar las escaleras y repentinamente ahí está. La respuesta que hubiese hecho callar a tu contrincante a mitad de la acalorada discusión, como vuelta a tu mente por intervención de un espíritu, el mismo que se encargó de bloquearla mientras podías haberla usado en tu defensa. Ahora ya no importa, el ganador fue el más rápido en la conversación. Te sientes culpable por no haberlo pensado antes, por no reaccionar cuando era necesario, pero ya no hay más que hacer. En su lugar, tratas de salir de allí sin hacer ruido y con la dignidad lo más intacta posible.



          Esto te debe sonar bastante familiar, y se le conoce como "l'esprit de l'escalier" (el ingenio de las escaleras). Es esa sensación de "tenía que haber dicho eso" y "¿Por qué no se me ocurrió antes?" que experimentas luego de una discusión, situación de tensión o hasta después de una ronda de Stop. Me pareció curioso escribir acerca de esto, porque soy una de las primeras víctimas del espíritu. He perdido muchísimas batallas verbales desde que estoy en el colegio hasta hoy, siempre me acuerdo de algo importante luego de terminar la exposición, y siempre, pero siempre, se me ocurren los mejores insultos después de la confrontación. Definitivamente, no fui bendecida con la fluidez del lenguaje.

          Suertudos los que pueden dar réplica inmediata a cualquier cosa, tienen algún atajo entre el cerebro y la boca que deja salir los comentarios más pertinentes a una velocidad impresionante.

          Sé que probablemente se me ocurra algo bueno que escribir después de haber presionado el botón de "Publicar", pero por esta vez, prefiero no cambiar nada.

De frustraciones y escritura

Una de las causas de mi estrés en los últimos meses ha sido este blog. La necesidad de postear mientras estuve bloqueada fue muy grande, y creo que me hacía estresar más. Ya saben, eso que llaman "círculo vicioso". He estado bastante frustrada con mi escritura en general, siento que no avanzo, que no logro nada, que necesito algo más, no sé qué, pero algo que me haga darme cuenta de qué es lo que está mal, qué áreas necesito fortalecer o qué ejercicios pueden ayudarme. Tal vez el semestre que viene mejore, y deje de escuchar cosas como "yo no quiero que de aquí salga ningún Cortázar" en mis clases de redacción. Porque yo sí quiero, aunque nunca sea como Cortázar, pero quiero ser Mariela, encontrar ese estilo que me caracterice, que alguien lea algo mío y no le parezca plano, aburrido y sin esencia, o simplemente otro aficionado tipo 3.



Quiero escribir, pero con alma... Nada de esos remedos de historias que se me ocurren a veces.