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I'm the hero of the story, 
don't need to be saved. 
Hero - Regina Spektor 


El humo del cigarrillo hizo una espiral muy breve antes de desaparecer con la brisa. Diana se encontró deseando ser como esa fina nube: revolotear en el aire y perderse en él. Al menos sería una forma rápida y ligera de acabarla.
Sí, el humo la tenía más fácil que ella.
No suspiró, aunque hubiese querido hacerlo, ella no era de las que suspiran por los rincones —o balcones—. Se recostó de la baranda del café-mirador, y en vez de mirar el paisaje, se giró hacia él, a su lado, y le dio la mejor sonrisa que pudo.
—Te me vas, flaco —soltó ella con voz tensa, sólo por tener algo para decir, y volvió la vista al horizonte, al cielo, a las nubes, a lo que sea.
—Un año, tampoco es toda la vida —objetó con una sonrisa que ella no alcanzó a ver.
—Se dice tan fácil —protestó, pero recordó que no quería pelear, no ahora—... Te voy a extrañar demasiado.
—Yo también —concedió Sergio por un momento, para luego volver a explayarse en los detalles de su viaje y de las oportunidades que había en Europa para alguien joven. Oportunidades que él parecía dispuesto a aceptar sin parpadear, sin siquiera pensar en su familia, en sus amigos, en ella, sobre todo en ella.
Eres una egoísta, Diana. Es su futuro, deberías ser la novia orgullosa. Se debatía mentalmente entre las posibilidades de dejarlo ir o manipularlo de las formas más bajas existentes para que se quedara.
—Tu familia te está esperando allá afuera, deberías salir. Yo me quedo aquí, no creo que me contenga si veo a tu mamá llorando —y le sonrió con los ojos brillosos.
—Te amo —dijo él antes de besarla como despedida, un beso pausado, impregnado de dulzura y tristeza, aceptando de a poco que debía renunciar a él, porque no le pertenecía.
—Yo te amo más —contestó abrazándolo con la mitad de sus fuerzas, la otra mitad concentrándose en no llorar por la certeza de la última frase. Nunca creyó que fuera cierto eso de que el amor no es totalmente correspondido, nunca se sintió menos correspondida por nadie, o tal vez nunca quiso verlo. Apretó fuerte la tela de la chaqueta de Sergio, no quería dejarlo ir, todavía una pequeña parte de su cerebro pensaba en la forma de amenazarlo con suicidarse, de gritarle todos los insultos que supiera o de llorar hasta desfallecer. Se conformó con poder besarlo un rato más.
Un par de besos después, caminaba Sergio fuera del café. Se despidió con una sonrisa triste y se perdió de vista entre el tumulto de gente.
Un café más tarde, las lágrimas se mezclaban con el delineador favorito de Diana…
Encendió otro cigarrillo —el quinto de la tarde— con la mirada fija en el horizonte, donde un avión se perdía de vista. La primera bocanada de humo hizo una espiral muy breve antes de desaparecer con la brisa, y Diana se encontró deseando ser como esa fina nube: revolotear en el aire y perderse en él.
Sí, el humo la tenía mucho más fácil que ella.




Nota: los aeropuertos (y las despedidas) son un lugar común, pero tenía que escribirlo.